jueves, 20 de junio de 2013

SOPRANOS 86. Despidiendo a James Gandolfini

"I bet it’s like cutting to black"

Bobby Soprano


En la última secuencia del episodio 86 de The Sopranos, “Made in America”, parecía deducirse que Tony Soprano era asesinado, cerrando así la saga.  

Los elementos que forman la composición recogen en poco más de cuatro minutos y medio una parte del ecosistema creado por David Chase, que dirigió y escribió el guión de esta última entrega. 

The Sopranos es una serie de televisión para HBO, en donde se emitió desde el 10 de enero de 1999 hasta el 10 de junio de 2007, distribuida en 86 episodios agrupados en seis temporadas. En España, Canal+ emitió las seis temporadas y la Sexta lo hizo parcialmente en abierto.
 






Producida con criterios de alta calidad (aproximadamente dos millones de dólares por episodio) y respondida con un gran éxito: 21 Premios Emmy y 5 Globos de Oro, además del favor de la crítica y el público, es una de las principales muestras de esta edad de oro de las series de televisión, con el record vigente de mayor audiencia de HBO, 14,4 millones de espectadores en su quinta temporada.

La acción se sitúa en New Jersey y la trama gira en torno al mafioso Tony Soprano y las dificultades que para él representa la conciliación de su papel como cabeza de familia con su actividad como capo de su territorio.

La familia de Tony es el paradigma de lo disfuncional. La relación con su mujer Carmela es difícil y su madre, viuda del antiguo jefe de la familia Soprano, no es una abuelita típica. El entorno lo completan dos hijos adolescentes, un indisciplinado Anthony Jr. y Meadow, una universitaria que prácticamente no se habla con su padre.

Esta situación familiar se añade al estrés permanente derivado de su singular trabajo y de las relaciones con su otra familia y colegas.

La presión que le provoca a Tony intentar conciliar estas dos vidas y los ataques de ansiedad que sufre, le llevan a la consulta de la psicoanalista, en un acto de vulnerabilidad, ya que este tipo de terapia no es la clase de información que alguien que se mueve en su habitual círculo pueda compartir.

Esta doble perspectiva se plantea en escenarios recurrentes, con personajes que entran y salen en la acción con una singular mezcla de violencia, traiciones y muerte entremezcladas con situaciones cotidianas y un distante sentido del humor, aderezado con una ecléctica pero soberbia banda sonora.

En toda la serie hay una suerte de fatalismo, donde se subraya el carácter efímero de casi todo. “La vida es una gran nada”, le advierte Livia Soprano a su nieto Tony Jr., y en una conversación entre Tony Soprano y su cuñado Bobby del penúltimo episodio (en que Bobby es asesinado) se decía, hablando de la muerte: “Apuesto a que es como si todo se volviese negro”.

Al contrario que otros clásicos de gansters, más orientados hacia la obsesión por el poder y las tretas y mezquindades articuladas para conseguirlo y mantenerlo, Tony Soprano representa otro de los arquetipos clásicos del drama, el desdoblamiento, cuyo paradigma más conocido es la dualidad Jekyll/Hyde de Stevenson, un médico obsesionado con la naturaleza dual del alma, cuyos experimentos le llevan a la creación de un alter ego, compendio de todos los aspectos negativos de su personalidad simbolizados por una deformación monstruosa.

En realidad es esa dualidad la que lleva a Tony a la consulta de la psicoanalista. Su lado Jekyll, domestico, amable, preocupado por su relación con su familia y el futuro de sus hijos, convive con un lado salvajemente cruel, reflejado en múltiples secuencias de la serie con escenas violentas de enorme dureza, como parte de las rutinas esperadas de un capo para ser merecedor de su posición. Al igual que en el clásico de Stevenson, Tony sabe que no puede escapar de su destino, que en su negocio no es habitual morir anciano en la cama. En este carácter dual y consciente de Tony es donde puede encontrarse la esencia del personaje y el reto interpretativo al que James Gandolfini respondió con creces.

El corte final recoge la presencia de varios de los actores protagonistas y claras referencias a situaciones de las tramas precedentes, así como guiños a películas del género, incluyendo la visita al lavabo de Michael Corleone. Al mismo tiempo, la manera en la que se muestran puede dar lugar a una interpretación abierta (e incluso a una secuela, que ahora ya sabemos que no se hará) lo cual ha propiciado multitud de explicaciones más o menos especulativas de este final.

La secuencia sugiere que estábamos viendo la realidad “con los ojos de Tony” y el fundido a negro y la interrupción brusca de la música indican que Tony ya no puede ver más. No es fácil precisar si es una licencia onírica en la que Tony, muerto o moribundo, recrea como su mayor ilusión una velada familiar con una comida agradable subrayando su lado amable y la distancia que desea entre ese mundo y la cruel guerra con el clan de New York, en la que debe poner en juego su parte Hyde, aunque con perfecta conciencia de que participa de un  mundo del que no es fácil salir vivo.

La recurrente alusión a la tercera oportunidad (Carmela llega con la tercera campanilla, Meadow aparca a la tercera, la campanilla de la puerta suena tres veces) coinciden con que este sería el tercer intento de asesinar a Tony, que ha salido de su escondite a pesar del riesgo evidente y conocido del que advierten las muertes recientes de sus compinches.

El único freno posible de los crímenes de Hyde es la autoinmolación de Jekyll. Tony acude a su final fatal aceptándolo como parte de su oficio. La salida para cenar con su familia y al tiempo ser cazado por el sicario de su adversario no es más que la puesta en escena de su inevitable destino. 

James Gandolfini  deja tras de sí una larga e interesante filmografía, pero siempre será Tony Soprano. No se me ocurre mejor manera de despedirle, que este fundido a negro. Descanse en paz.


3 comentarios:

  1. La banalidad del mal queda reflejada en la historia de Sopano

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  2. Querido Manuel:
    No creo que Tony leyera a Hanna Arendt

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  3. Andrés, efectivamente, James Gandolfini siempre será Tony Soprano.

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